domingo, 23 de mayo de 2010

LOS MAESTR@S EN LOS COLEGIOS PÚBLICOS

El martes día 11 de Mayo, cuando abrí el periódico La Opinión para enterarme de las noticias del día, cuál fue mi sorpresa al encontrarme un artículo sobre el tema de la educación que no tenía desperdicio alguno.
Se trataba de un estudio realizado por Isabel Latorre, doctora en Pedagogía por la Universidad de Murcia. Por supuesto, respeto el estudio llevado a cabo, ya que las conclusiones obtenidas han supuesto una gran cantidad de trabajo y de esfuerzo para poderlo hacer, pero, como afectada y aludida, no puedo quedarme callada tras la “posición” que dicho estudio nos deja a los docentes de colegios públicos.
En dicho estudio se dice que los maestros de un centro escolar concertado muestran una mayor motivación, ya que se consideran más queridos, valorados y respetados por los alumn@s, y más apoyados y respaldados por sus jefes; tienen más ganas de superación laboral; son capaces de canalizar mejor el estrés; y, presentan mayores niveles de responsabilidad ante su labor.
Según este estudio, y en el otro extremo, estamos los maestr@s de la red pública, quienes canalizamos mucho peor nuestro estrés, lo cual transformamos en ira, rabia, enfado, malestar e insatisfacción, lo que provoca, a su vez, rechazo a nuestra profesión y una menor motivación.
Para llegar a las reflexiones que aquí comparto con todos vosotr@s, no me hacía falta leer este artículo, pero ya al leerlo creo que debo transformar mis pensamientos y sentimientos en un texto que defienda mi profesión, la de miles de murcianos, y en general la de miles de funcionarios de todo el país.
Yo creo que la personalidad y la actitud de cada trabajador/a es lo que realmente hace que la actividad laboral sea satisfactoria y motivadora. Cada persona siente afán de superación, tanto laboral como personal, según su interés y su positivismo ante la vida en general.
Otra cuestión que tengo bien clara es la referida al ambiente que se vive en el lugar de trabajo. Por muy bonito que parezca todo, la perfección no existe. En todas las empresas, sean públicas o privadas, hay problemas –menores o mayores-, discusiones –más o menos graves- , diferencias de pareceres, distintos puntos de vista sobre un mismo tema, desacuerdos… Y si se insiste en que hay empresas en las que no pase lo anteriormente citado, ¡lo siento, pero no me lo creo!
Así que el estrés es el mismo para toda persona trabajadora; depende más de su capacidad para controlar ese estado que de otra cosa. Por supuesto que las circunstancias influyen y mucho: el tipo de trabajo, las horas laborales, las condiciones y facilidades para llevarlo a cabo, el carácter y la actitud de los compañeros hacia la propia labor y hacia los demás. Ya depende de la fuerza interior de cada individuo dejarse afectar total o parcialmente por el entorno en su propio estado de ánimo. Pero estoy convencida de que el sitio de trabajo no es el determinante de la efectividad en la vida laboral.
Yo traslado a mi propia persona todos los aspectos que se han tocado en el artículo mencionado, y me sorprenden las conclusiones obtenidas en este estudio por muchas razones.
Cualquier maestro/a , y digo bien “cualquier”, puede sentirse más o menos responsable en su trabajo. La motivación y el deseo de superación dependen del carácter de la persona, y no del lugar donde se realiza la actividad. La ira, la rabia, el enfado, el malestar y la insatisfacción pueden sufrirla cualquier individuo que no esté contento consigo mismo y con lo que hace, independientemente del lugar donde trabaje.
Personalmente, en mi trabajo he conocido a muchas personas, cada una con una actitud, un interés, una motivación, un carácter, unas manías, unos modales, una aceptación y una comprensión diferentes. Y no por eso yo he decidido hacer peor o mejor mi labor educativa. En cualquier aspecto de mi vida me voy a sentir querida, valorada y respetada por unas personas más que por otras, por supuesto. Pero a la hora de sentir estas emociones y sentimientos, no voy a pararme a pensar en dónde trabaja ésta o aquella persona para dejar que dichas sensaciones afloren o no en mi interior y afecten de una manera u otra a mi vida en general.
Yo cuando me despierto cada mañana me gusta pensar que el día va a ser positivo en todos los niveles, laborales y personales. Pienso que mi trabajo se va a desarrollar bien, lo mejor posible. No me da por pensar que mis compañer@s no me valoran ni respetan, ni tampoco que mis alumn@s no me quieren ni me aprecian. En fín, me levanto, primero, dando gracias por el trabajo que tengo, y, segundo, sabiendo que los niñ@s a los que voy a educar y enseñar ese día no tienen porqué sufrir un posible mal día mío personal, y por tanto quiero transmitirles tranquilidad, alegría, experiencias motivadoras para ellos - adecuadas a su edad- , contenidos que les puedan sorprender y emocionar, y mucho cariño, de manera que se conviertan en personas llenas de buenos sentimientos y con una gran capacidad de resolución ante los conflictos diarios . En definitiva, hacer de ellos personas felices y llenas de vida.
Para concluir, solo me queda por decir que a lo largo de mi vida laboral actual, me he encontrado en mi profesión con maestro@s responsables en sus funciones, respetados por el resto de compañeros y queridos por sus alumn@s. Por supuesto, siempre hay alguien en todos los sitios y en todas las profesiones que no respetan ni valoran a las personas de alrededor, pero ¡gracias a Dios! son las mínimas.
Por todo esto, y más que se queda en el tintero, hago un canto en defensa de mi profesión y de mis compañer@s: los maestr@s de los colegios públicos.

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